Alquiler con inmobiliaria: todas las desventajas

Analizamos los contras del alquiler con inmobiliaria para inquilinos y caseros.

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Cuando un propietario decide sacar su piso al mercado del alquiler, con frecuencia se plantea una misma pregunta, ¿necesita la ayuda de un agente o puede encargarse él solo de llevar a cabo todas las gestiones necesarias? El futuro inquilino, por su parte, también cabila sobre la necesidad de recurrir a un profesional que le asesore y simplifique el proceso de alquiler.

Muy seguramente, ambos tengan muy claras cuáles son las ventajas de alquilar con inmobiliaria, pero, ¿qué ocurre con las desventajas? ¿Son realmente conscientes de cuáles son todos los contras derivados de delegar el proceso de alquiler en un tercero?

Alquilar con inmobiliaria: desventajas para los inquilinos

  • Aunque, en teoría, no debería ser así, una vez formalizado el contrato de alquiler, la inmobiliaria suele dar por finalizada su intermediación. De esta manera, de surgir alguna incidencia durante el periodo de vigencia del contrato, el inquilino se verá obligado a gestionarla directamente con su casero y no a través del agente con el que ha llevado a cabo el proceso de búsqueda.
  • Si tener como asesor a un experto legal en el proceso de la firma del contrato era, sin duda, algo tranquilizador para el arrendatario, carecer de este durante el tiempo en que resida en la vivienda puede generarle una cierta inseguridad, sobre todo si se trata, como suele ser lo habitual, de una persona no versada en aspectos legales y que, por lo tanto, puede no comprender en profundidad el contenido y repercusión de todas las cláusulas incluidas en el contrato de arrendamiento.
  • Recurrir a una inmobiliaria es más caro. Normalmente, las empresas de mediación suelen cobrar una o dos mensualidades completas como comisión por su gestión. En función de la solvencia económica del arrendatario, este puede ser un factor diferencial a la hora de decantarse entre asumir el proceso de búsqueda de manera autónoma o recurriendo a un tercero; no hay que olvidar que el porcentaje asociado a la inmobiliaria sobre el desembolso inicial que ha de realizar el inquilino oscila entre el 25% y el 50%.
  • Suelen ser empresas que se posicionan del lado del propietario en cuestiones económicas. Esto quiere decir que para una empresa inmobiliaria es más rentable que un mismo inmueble tenga varios inquilinos a lo largo de los años a que un mismo arrendador renueve su contrato año tras año. Por lo tanto, al ser profesionales perfectamente conocedores del mercado, es muy posible que presionen a su arrendador para proponer subidas de alquiler o para sugerir que podría ser más rentable buscar un nuevo inquilino, que tendrá que pagar la comisión asociada, a renovar con el que ya habite la vivienda.
  • Una inmobiliaria trabaja con muchos clientes a la vez, por lo que recibe a diario decenas de llamadas de posibles inquilinos interesados en sus inmuebles. Su atención, como es lógico, nunca será tan personalizada, detallada y atenta como nos gustaría. Además, al ser los encargados de realizar el filtro de selección para los arrendadores que tienen en cartera, es posible que prefieran descartar a alguno de los inquilinos candidatos si consideran que su solvencia económica es insuficiente, o que su ritmo de vida o trabajo no se adecúan a los que el arrendador le ha solicitado.

Alquilar con inmobiliaria: desventajas para los propietarios

  • La mayoría de las inmobiliarias exigen exclusividad. Así, a diferencia del arrendatario, que estará en contacto con varias empresas de forma simultánea y con todas podrá programar visitas, el arrendador pacta que toda la gestión del alquiler de su vivienda se realice a través de una única compañía inmobiliaria.
  • Puede haber penalizaciones económicas. La exclusividad a la que hacíamos mención en el punto anterior no siempre se limita al tiempo que dure el arrendamiento vigente sino que, habitualmente, abarca un determinado periodo de años cerrado en el cual el arrendador se compromete a que todos los alquileres que se puedan producir sean gestionados a través de la misma agencia inmobiliaria. Si el propietario decide no hacerlo, la inmobiliaria podría reclamar las penalizaciones que se hayan estipulado en el contrato de representación.
  • Al igual que ocurre con el caso del inquilino, para el casero, alquilar mediante inmobiliaria es más caro. Las inmobiliarias no sólo cobran una comisión a los arrendatarios, sino que también hacen lo propio con los arrendadores, por lo que ambas partes han de realizar un serio desembolso extra cuando recurren a la mediación de terceros.
  • Una vez el piso esté alquilado, puede que su gestión pueda darse por finalizada salvo que el inmueble vuelva a salir al mercado inmobiliario. Esto se traduce en que, de surgir algún tipo de conflicto relativo a los derechos y obligaciones de cualquiera de las partes, no exista la figura de un tercero que medie y, sin posicionarse, busque la solución más favorable para ambas, sino que deban ser arrendador y arrendatario quienes, directamente y sin ayuda de un profesional en la materia, lleguen a un entendimiento.

En suma, no cabe duda de que la intervención de una inmobiliaria puede facilitar el proceso de alquiler tanto a arrendatarios como a arrendadores, sobre todo en las fases iniciales de búsqueda y firma del contrato. Sin embargo, una vez el inquilino se encuentra instalado en su nueva residencia, la mayoría de las empresas inmobiliarias asumen que su labor ha finalizado y que los posibles conflictos que puedan surgir han de resolverlos entre las partes.

Este hecho, unido al mayor gasto que siempre tiene asociado introducir un tercero en el proceso de alquiler, son los puntos que caseros e inquilinos deben valorar antes de ponerse en manos de una empresa de gestión inmobiliaria.

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